Bruma (II)
No se trata de un inquietante paisaje húngaro en un día de invierno, sino una vista de Barcelona desde Montjüic, en una calurosa tarde de verano. La calima invadía toda la ciudad encapotando el cielo.
Así lo vimos, así os lo enseñamos.
No se trata de un inquietante paisaje húngaro en un día de invierno, sino una vista de Barcelona desde Montjüic, en una calurosa tarde de verano. La calima invadía toda la ciudad encapotando el cielo.
Esta foto la metí en el blog Lamundial abriendo una fotogalería de ambiente del día que España jugó en Stuttgart frente a Túnez. El comentario se llamaba Bendita angustia , como la cara del angelito, con la camiseta del ausente Morientes.
Una flor robada apura sus últimos momentos en un pequeño jarrón. Más allá de lo patriótico me gusta la suavidad que transmite y la intensidad del colorido.
Maxima concentración para recuperar la parte de uno mismo que escurre por la boca: esa babilla que tanta gracia nos hace en los niños y tanto asco nos da cuando se le cae a los mayores (a todos, sobre todo al dormirse con la boca abierta).
Muy majo el wallaby (como los canguros pero más pequeño y supongo que con alguna otra diferencia). Y muy tímido. Estaba escondido en una especie de escondite con tablones. Pero entre dos de los tablones había un hueco así que aproveché para hacerle un retrato al pequeño marsupial.
Os presento la serpenteada carretera que lleva hasta Sa Calobra. Una carretera estrecha, retorcida, flanqueada por barrancos con vistas increíbles y llena de encanto.
Puntualidad suiza en un reloj de piedra. Este medidor del tiempo estaba en la pared de una iglesia (creo) en una de las calles de Ginebra.
En Faunia una cuidadora regaba a algunos loros con un difusor de agua (vulgarmente conocido como flus-flus o flis-flis)... y el caso es que a los pájaros les gustaba y no dejaban de sacudirse cada vez que les llegaba el agua. Cuando ya estaban medio secos graznaban (o lo que sea que hagan los loros) para que la cuidadora volviese a echarles agua.
Durante mi estancia en Mallorca recorrí media isla por sus sinuosas y estrechas carreteras, pensadas para no caer en un complejo insular -hacer 30 km puede llevar cuarenta minutos-. Una y otra vez pensaba que la siguiente vez me pararía a fotografiar los fardos de paja. Al final no me quedó otra, claro.
Me pareció a la típica señora que sale de la peluquería toda orgullosa de su permanente.
No he estado en Angola, pero esto es lo que tiene el Mundial, todo el mundo, con sus costumbres y sus mayores tópicos se concentra en unos cuantos lugares. La pena es que no tuve mucho tiempo de hacer fotos en Colonia, cuando fui al Portugal-Angola porque el ambiente, los colores y las angoleñas daban para mucho. Poca luz entre los árboles ya al atardecer y muchas instantáneas tomadas al vuelo (esta desde la ventanilla del coche).
Una panorámica de tres fotos de Ortigueira. La vista es desde el molino que hay en el Campo da Torre.
Yo misma haciéndome un retrato reflejada en unas gafas. Para que luego digáis que no salgo en las fotos. Estábamos haciendo un pequeño descanso junto al lago Leman, en Ginebra. Un sitio ideal para captar la vida de la ciudad.
Carriles bici en las calles de Ginebra. En las civilizadas ciudades del norte de Europa el transporte en bicicleta no es sólo otra excusa para que el alcalde de una ciudad llene las calles de agujeros. Cada medio tiene su carril. Coches, bicis, peatones y tranvías.
Foto robada a Arantxa (¿o Arancha?) en la playa de Morouzos de Ortigueira (Coruña).
En Faunia, en la parte esa a la que llaman "Evolución", hay unas medusas en unas peceras esféricas. Como casi no hay luz y como creía que el resultado podría merecer la pena, utilicé a Cristina como trípode. Al final me recuerda a una ecografía o algo así. Y me gustó.
El impulso recibido con el amable comentario del nunca bien ponderado Emilio, alias 'piensaenpixel', me ha impulsado a subir esta foto de un barquito navegando sobre un mediterráneo peinado por un suave viento.
Otra fotografía verde. En este caso de algas del riachuelo de Sa Calobra (Mallorca) que revive cada vez que sube la marea. Me gustan las formas y la intensidad del color, pero lo someto a vuestro siempre sabio juicio (en el caso de alguno, perdido también).
Dos barcos embarrancados en una playita de Sismundi, cerca de Cariño, junto al viejo astillero que hay en la ría de Ortigueira.
Detalle de la convivencia de las rocas y el mar en los acantilados de Formentor, Mallorca.
El castillo de San Jorge, en lo alto de su colina, visto desde la plaza de Pedro IV al atardecer.
Fue uno de esos días que transcurre todo él con la amenaza de la tormenta sobre tu cabeza. Al final, salió el sol, iluminó las nubes de algodón por detrás de los nubarrones negros y ni una gota, como de costumbre. O a lo peor cayeron dos o tres para manchar el coche.
Como si fuera Iwo-Jima, la catedral de Santiago volvió a vivir el ritual del Botafumeiro.
Otra imagen típica de los pueblos marineros que todavía no están invadidos por el turismo: una barca varada en una playa.
Entre el puerto y los colegios de Cariño hay una serie de calas. Unas de arena y otras de piedras, aunque todas tienen su encanto, sin duda.
Un borrico se me cruzó en esta foto, en la que trataba de sacar los colores que la luz del atardecer dejaban en las paredes de piedra y adobe del pueblo. Una tarde de excursión por el pueblo vecino: Villaseco.
La vegetación puebla y adorna las piedras bañadas por el mediterráneo en Cala Torta, Mallorca.
Un anochecer en mi pueblo, con la luna bajita todavía y los cardos adueñándose de los bordes del camino que recorría con la bici. Por cierto, ¿hay alguna forma de que salgan las siluetas y se pueda ver también la luna?
No pude resistirme. Ella era guapa y estaba de espaldas a mí, distraída. Su piel bronceada, brillando con el sol, y su pose relajada, me invitaron a hacer la foto. Aunque reconozco que me sentí un poco ladrón al retratar a una desconocida sin su permiso y escondí la cámara sin ver el resultado final en ese momento.
¡Por fin he vuelto, ya era hora! Después de demasiado tiempo sin postear (Perico se dice así, no?) he aquí mi última aportación. Se trata de las espectaculares Cuevas del Drac, en Mallorca. Un lugar alucinante que ya es presa del merchandaising y en el que está prohibido hacer fotos, ya que a la salida venden posters a un módico precio. Así que saqué cuantas pude escondiéndome entre la muchedumbre, sin apenas tiempo y, por supuesto, sin flash. A vosotros os corresponde comentar si mereció la pena.
Realmente no es una batea. Aunque sirve para el cultivo de animalitos marinos (¡qué cateto que soy!).
La playa de Morouzos, en Ortigueira tiene una arena tan oscura que parece que sea una playa volcánica como las que hay en Lanzarote. Aquí la arena seca.
En una feria de artesanía de Lugo, en la plaza del Campo, un torneiro talla lo que parecía ser una 'cunca' para caldo o algo similar.
El trabajo del campo nos suena a los de ciudad como a recuerdos de otra época. Pero siguen estando ahí, en los pueblos de España. Este no es el mío, pero es el que está al lado.